Cómo ser cool con una remera de Homero

La humanidad mantiene grandes deudas. Una de ellas con el inventor del aerosol. Gracias a esta noble persona podemos oler bien, repeler mosquitos, aromatizar ambientes, cegarle la mirada a un villano o hacer covers de Joy Division. Sin embargo, estas opciones son muy poco desafiantes. La verdadera relevancia y utilidad del aerosol reside en su capacidad para abrir cabezas y multiplicar conciencias. En especial, cuando el aerosol es utilizado para escribir mensajes en las paredes que te dejan pensando, tales como “apagá el televisor, prendé tu cerebro”, “preguntate cosas” o el bastante directo «abrí tu cabeza burguesa, pedazo de un imbécil».

Gracias al inventor del aerosol y los perpetradores de graffitis, uno rompe el cascarón y empieza a plantearse las grandes interrogantes que lo aquejan. Es inevitable comenzar por el original ¿de dónde venimos? y continuar por el irremediable  ¿hacia dónde vamos? Años más tarde uno crece, toma el control remoto, prende la tele, y alcanza preguntas de mayor complejidad, como ¿por qué Los Simpson son amarillos?

Y como la verdadera fuerza de una pregunta radica en su potencial para llevarte a otras, te seguís preguntando cosas, como qué edad tendría Bart hoy en día si los Simpson hubiesen crecido desde su primer episodio en 1989 o por qué hay gente que sigue utilizando remeras de los Simpson con mensajes que han olvidado la gracia.

Ah, tiene un chiste con nike, jajaja, qué gracioso, es impresionante

A diferencia de otros flagelos que suelen ocultarse, portar una remera de Homero comiendo donas, con una frase a medio camino entre la pelotudez y la pena, es expuesto con total impunidad por miles de barrigas en todo el planeta. Es más, quienes las visten suelen caminar por el universo con una gran felicidad; un tipo de felicidad que no dudamos en condenar por dañina y contraproducente.

Así como frente a un edificio tenemos a quien lo percibe como una obra que sintetiza y resuelve inteligentemente diversos aspectos arquitectónicos y se integra al entorno urbanístico con naturalidad, también tenemos a quien piensa “qué buenos esos balcones para escupir a quien pasa y salir corriendo”.

De igual modo, los Simpson han admitido varios niveles de interpretación. Lamentablemente, el nivel análogo a “escupir desde el balcón” fue ganando terreno entre sus seguidores, quienes hicieron de las remeras de Homero tomando cerveza una triste seña de identidad. Esto no sería tan malo, si no fuera porque los mismísimos guionistas cayeron en el mismo recurso y comenzaron a escupir desde sus balcones, dejándonos la cabeza bastante mojada.

Humor punzante

A medida que la serie fue dejando de lado la urdimbre narrativa, fue volcándose más hacia el gag predecible y el slapstick reiterativo, junto a otros recursos casi siempre enfocados en Homero Simpson, quien se consolidó como centro de la serie. Los vendedores de remeras, agradecidos. En el medio, el retrato de una familia disfuncional empezó a volverse moneda corriente en sitcoms de todo tipo, al tiempo que aparecían series animadas más satíricas (South Park) o más surrealistas (Padre de Familia).

Desconcertados, los Simpson  perdieron el rumbo y, para lamento de los fans más incondicionales, la serie pasó de ser una parodia satírica de la sociedad estadounidense, a ser una paraodia gorda y autocomplaciente de sí misma; tan gorda como Homero Simpson, tan inofensiva como el Chavo del 8 (y con similar cantidad de horas al aire que el imbancable amigo de Quico). Hasta que llegó un momento en que Bob Esponja se volvió más transgresor que Los Simpson. Entonces Springfield, tenemos un problema.

A causa de todo esto, las remeras de los Simpson, también conocidas como pasta base en forma de algodón (con suerte), fueron cayendo en desgracia. En lugar de levantar una guiñada o un esbozo de risa, las imágenes celebratorias de “las locuras de Homero» pasaron al infierno del buen gusto. Sin embargo, aún hoy, muchos persisten en esta triste “moda”.

Un óptimo maridaje entre remera y cara

Si es tu caso, no desesperes, la recuperación existe. Tu parche contra las remeras de Homero Simpson también viene en forma de remeras (para que el cambio no sea drástico); y también con frases de Homero (para que el cambio sea lo más gradual posible). Pero hablamos de otro Homero, del Homero que, con la vigencia de los clásicos, siempre quedará bien en un marca libros o en una carta de renuncia.

La escapatoria a la remera de Homero, consiste en vestir prendas con inscripciones de las primeras oraciones de La Ilíada y La Odisea. Se recomienda utilizar las primeras oraciones de los bestsellers homéricos, pues la mayor parte de los humanos no han pasado más allá de ellas. Por eso, nada mejor que una remera con ilustraciones de Aquiles o Ulises con frases como “Háblame, oh Musa, de aquél varón de multiforme ingenio” o “Canta, Oh Diosa, la cólera del Pelida Aquiles”, frases que podrán no despertar carcajadas, pero elevarán tus chances de acostarte con estudiantes de griego clásico. 

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Cómo ser cool si te gusta la cumbia

No hay vicio más tentador que dividir el mundo en dos. Y no nos quedamos en la división de números que aprendimos en la escuela, sino que vamos más allá. No es necesario ser John Wilkins para intentar nuestra propia clasificación del universo. Por ejemplo, están quienes son actores y quienes los odian; quienes acarician animales y quienes les temen; QUIENES ESCRIBEN TODO EN MAYÚSCULAS y quienes sienten una comezón que comienza por los ojos y se expande por todo su organismo cada vez que alguien abusa de la tecla Bloq Mayús.

Pero de todas las clasificaciones posibles, hay una que es irresistible: catalogar a las personas según sus gustos musicales.  En ese mundo taxonómico hay cajones mejor reputados que otros. Entre los menos agraciados se encuentran quienes abren una cafetería y ponen Bossa n’ Stones todo el día, quienes sueñan con asistir a un unplugged de Coldplay, quienes se emocionan con cada banda sonora taquillera, quienes creen que la historia del reggae se reduce al orden de las canciones del Legend de Bob Marley, y en el fondo, en lo más bajo de la escala, tenemos a quienes profesan su amor por la cumbia libres de toda culpa.

Lady Gaga reivindica la cumbia de los 90’s con su teclado

Bajo la etiqueta «cumbia» agrupamos diversos ritmos cuyos nombres desconocemos y que simplificamos con el adjetivo «tropicales«. Estos ritmos no suelen ser muy ponderados, y mucho menos cool. Así que si te emociona la finada voz de Leo Mattioli, si tenés una foto con el Fata Delgado en un cumpleaños de 15 o si cuando escuchás “mi pollera amarilla” te dan ganas de ir al shopping, estás en serios problemas. Seguramente te gane la incomodidad cada vez que se escucha la voz de Miriam Britos o Sonido Caracol, y un ardor incontenible empieza a inflar tus venas, mientras tu piel hace lo posible por ignorarla y seguir con las piernas cruzadas para un lado y la cabeza apuntando para el otro. La procesión va por dentro. 

¿Por qué esa tensión? El problema radica en que la cumbia es excesivamente popular, algo que no agrada demasiado a tus amigos. Mientras que ellos te recomiendan música de cantantes sensibles que retratan tardes de domingos solitarias, vos tarareás una letra que habla de un sábado por la noche frenético.Vos concebís la noche del sábado como el momento para mover las caderas, pero tus amigos prefieren quedarse parados afuera del boliche, hablando del poco tiempo que tienen para escuchar todos los discos de post-rock que han descargado en la última semana. A lo sumo, si llega a sonar un tema que les gusta, harán un baile de guiñadas entre ellos.

El temor de tus amigos

Es una situación que te acongoja, y no es para menos. Por eso tú y tantos otros que cargan con el incómodo gusto por la cumbia han intentado diferentes tácticas para que la cumbia pueda ser admitida en el reino de lo cool.

Un camino muy frecuente consiste en bailarla pero de forma irónica, haciendo de cuenta que te estás divirtiendo, cuando en realidad nadie sospecha que, en efecto, te estás divirtiendo. Otro camino ha sido bucear en cumbia colombiana de mitad de siglo, un objeto lo suficientemente lejano como para que no haga daño, y una justificación aceptable para que bailes con “ritmo histórico-antropológico”. Un paso más inteligente pero igualmente insuficiente ha sido encumbrar la cumbia peruana de los 70s y toda su imaginería psicoactiva tan verde y de colores aún no imaginados.  Por último, una de las soluciones menos elaboradas ha sido escuchar a Juan la-kriptonita-del-cuarteto-de-nos Campodónico, y sus collages edulcorados.

Rock

Obviamente que las respuestas no están allí. Esas tentativas son parciales, pues requieren de elementos externos, tales como explicaciones, contextos, guiñadas, sofisticaciones, y de la inofensiva ironía. El camino para cómo ser cool si te gusta la cumbia es entender que en estas tierras de rock apagado y poco masivo, el verdadero rockero es el cumbiero; aquel que le saca jugo al playback en 10 shows por noche, que consume las drogas de peor calidad, y tiene el sexo más promiscuo y desenfrenado. La solución es armar tu propio «conjunto» musical, pelar el teclado guitarra y salir a cumbianchear por ahí, sin esperar la aprobación de los demás. La aprobación solo llegará cuando abras tu propio camino como  un verdadero Jerry Lee Lewis cumbiero del siglo XXI, y las revistas extranjeras comiencen a hablar de ti como el secreto a voces que hay que conocer. En caso de que no sepas tocar un instrumento, no te desanimes, las bases programadas de los sintetizadores te pueden llevar muy lejos.

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Cómo ser cool si te gusta el fútbol*

La tasa de analfabetismo en un recital del Indio Solari o de Buenos Muchachos puede medirse según la cercanía al escenario. En las primeras filas suelen amontonarse los espíritus más elementales, empecinados en corear la vocal “o” cuando viene el estribillo. Mientras que estos individuos se encuentran en una fase imitativa y gozan al cantar por encima del cantante; más atrás, en concentrado silencio, la selecta minoría contempla con atención la olímpica poesía que transmite el cantante.

Lo mismo sucede con el fútbol. Las hordas primitivas dominan las tribunas. Son los dueños de la pelota. Se mueven en patotas. Arrasan con todo a su paso. En pleno éxtasis tribunero, incluso, dejan de mirar el partido,  le dan la espalda al juego y se vuelven los protagonistas de la escena. Son los autoproclamados hinchas y se los reconoce por los infaltables tatuajes del escudo y de la vieja, o de la vieja con un escudo, o de un escudo con el color de tinta del pelo de la vieja, y tantas otras combinaciones.

El tesoro de los inocentes

Lejos de esta muchedumbre se ubica la minoría “pensante” que observa el juego en silencio y que celebra las jugadas de su equipo como complejas estrategias intelectuales. Además, al igual que los aficionados cultos de aquellas bandas, ellos  también encuentran poesía en el juego, más precisamente en los jugadores con mejor técnica, a los que llaman, justamente, líricos. Por eso, sentirse atraídos por la más popular de las pasiones les genera una incomodidad insoportable, tan grande como la culpa que sienten cuando se les contagia el cántico de la hinchada.

Para resolver esa tensión, ellos han intentado varias soluciones que, durante algún tiempo, dieron sus frutos. Si bien hoy ya no tienen vigencia, es necesario repasarlas para buscar nuevas alternativas. El primer intento por diferenciarse de la manada fanática fue convertirse en “simpatizantes de toda la vida” de equipos chicos. Este corrimiento nunca ha sido drástico porque en el ámbito futbolístico -a diferencia del político- está muy mal visto contradecirse y ser inconsecuente. Por lo general comenzaban a vivir una doble vida, siguiendo al tradicional equipo grande pero corriéndose de a poco hacia un cuadro más “de barrio”. Siempre aducían  motivos sentimentales, pero todo el mundo sabía que era un cambio calculadamente racional.

Una estrategia obsoleta

Otro camino ha sido explotar el costado intelectual. Para distinguirse de la masa se volvían dominadores de estadísticas y expertos en datos inútiles. La manera más sencilla de pasar por docto era repetir experimentos estadísticos y profesar un amor incondicional por los porcentajes.

Por último, también estaban aquellos que reivindicaban aspectos irónicos y retro del deporte. La maniobra más evidente consistía en glorificar jugadores olvidados de décadas pretéritas. Cuanto menos laureado el jugador, mejor. Automáticamente, se dejaban crecer el mismo bigote y asaltaban los second hand shops en busca de los mismos shorts de antaño, que para entonces se habían vuelto vintage.

El predecible recurso vintage

Pero todas estas soluciones perdieron toda vigencia en el momento en que el fútbol dejó de ser el reducto de malevos y bohemios, para convertirse en entretenimiento para toda la familia, en un souvenir que no inquieta a nadie y en un fetiche de la patria. Eso complicó las cosas para el cool que gusta del deporte. De pronto, el cegado fanático prehistórico dejó de ser el enemigo de siempre y el frente de batalla se volvió inmanejable. Hoy, la abuela y la nieta prefieren ver SportsCenter antes que a Susana Giménez. Hoy, el enemigo tiene mil caras. Hoy, el enemigo es la sociedad.

Entonces te preguntarás cómo ser cool si por dentro te corre el bichito del fútbol, el mismo bichito que le corre por dentro a toda la sociedad. Bien, déjame decirte que cuando un fenómeno llega a este lugar, deja de estar a la merced de la aprobación cool o no. Es como los Beatles: te pueden gustar más o menos, pero no podés hacer de tu postura ante ellos un estilo de vida. Es demasiado obvio. Por eso, si querés diferenciarte, olvidate del fútbol y entregate a deportes aún no alcanzados por el calor popular ni por las comadrejas intelectuales, como la carrera de embolsados, el mikado profesional, el yoga con radares o el tenis para mancos. Ahí está la respuesta.

Ojo al gol: siempre queda la posibilidad de dar el paso más inconsciente: convertirte en periodista deportivo e ingresar en un trastornado estado del ser en el que la palabra cool ni siquiera existe. 

*Publicado originalmente en Jota #8

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Cómo ser cool si pediste un pancho en tu primera cita

¿Por qué comemos panchos? Simplicidad, facilidad, impunidad. Muchas palabras terminadas en dad justifican nuestra afición por los frankfurters. Está claro que el pancho no incomoda mientras no salga a la luz pública. Entonces, ¿qué pasa si en tu primera cita, tras leer detenidamente la carta, pedís tres panchos, con mayonesa, mostaza y ketchup? A menos que tu pareja haya pedido una húngara, las chances de que la cita culmine eróticamente serán escasas. Es que no todo lo fálico lleva al coito.

Pero dejame decirte que no será porque el pancho sea considerado el último orejón de la pirámide del embutido. Será porque al ver la candidez con la que pides un pancho, tu cita conocerá la verdadera cara de la soledad. 

¿Qué es la soledad? Soledad es llegar  a tu casa en una noche fría tras ver una película rusa en Cinemateca, acercarse hacia el zumbido monocorde de la heladera, abrirla, encontrarse con medio limón exprimido, medio sachet de ketchup y el resto del paquete de panchos. ¿Qué es la tristeza? Tristeza es darse cuenta de que no queda pan. ¿Qué es la resignación? Resignación es que eso ya no te importe y te prepares un pancho al plato acompañado, con suerte, por la mirada de alguna mosca o de algún fantasma desvelado. ¿Qué es la depresión? Depresión es que se te resbale el pancho del plato y quede testimonio de la falsa salsa roja en el piso. ¿Qué es dejadez total? Dejadez total es irse a dormir sin limpiar el desastre. ¿Qué es lo más bajo de la escala humana? Lo más bajo de la escala humana es levantarse de noche a buscar un vaso de agua para calmar la acidez del pancho vencido y pisar la ketchup en el piso, resbalarse, mancharse la ropa y que el fantasma se haya ido.

pancho globo

Cadena perpetua

Todo eso registrarán los ojos de tu cita tras tu inocente elección. Es que muchas respuestas no duermen en enciclopedias o libros de autoayuda, sino que revolotean sin pausa en la realidad cotidiana. Entonces, no intentes arreglarla. No tapes el sol con un pancho. Ponerle mostaza de Dijón será inútil y encontrarle un costado gourmet solo perjudicará tu condición. Nada más patético que confiar en el adjetivo gourmet para realzar lo irremontable.

De todas maneras, si tenés un mínimo de viveza intentarás pilotear la situación. Una de las tácticas más recurrentes consiste en intelectualizar el problema. Ya es un clásico apelar a la trayectoria histórica del pancho, deteniéndose siempre en la disputa entre Frankfurt y Vienna. Otros toman un enfoque antropológico y dan cátedra sobre el impacto cultural del baseball en la historia del embutido. Los cinéfilos, por su parte, suelen elaborar un top 10 de personajes adictos a los panchos.

Esa anécdota de Eddie Murphy es sexo seguro

Pero ¡ojo!: las estrategias intelectualizantes son un arma de doble filo. Si bien tienen el potencial de hacerte ver como un genio, esconden el peligro aún mayor de ser un embole. Y al tándem soledad + uncoolness le podés agregar cualquier cosa menos aburrimiento.

Por eso, si tomás este camino, tendrás que evitar embolarla. Pero por sobre todas las cosas -y hagas lo que hagas- será imprescindible que dejes el pancho en el plato mientras intentás la justificación. Porque cualquier cosa que digas sosteniendo ese elemento te jugará en contra. Es como ir a una entrevista de trabajo vistiendo una camisa hawaiana o leer un discurso en bata de terciopelo floreado con chinelas de dedo. Un suicidio.

Llegó el momento de decirle adiós a estas tácticas arcaicas y hacer lo que nunca antes se haya intentado; es decir, ser cool con lo menos pensado. De eso se trata; de jugar con el limbo y volverlo paraíso; de solidificar el témpano para que otros caminen sobre él mañana. Porque hoy es un pancho, pero mañana son unas crocs y pasado Isabel Allende. Y en esta cruzada heroica, en medio de un océano para el cual no hay barcos ni velas, lo único que te salvará serán la razón y el sentido común: explicar que te raptaron extraterrestres sádicos que te obligaron a comer panchos de por vida.

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Cómo ser cool si no sabés quién es Darth Vader

Siempre igual: la conversación fluye en el bar, metés dos o tres bocados cada tanto hasta que tus amigos se ponen a hablar de comics o de historietas (esa distinción ya te mata). Entonces no te queda otra que refugiarte en el baño. Ahí estarás el tiempo suficiente como para que una conversación convencional haya terminado. Pero eso nunca pasa cuando se habla de cómics, porque los contertulios empiezan a desplegar su conocimiento bíblico sobre la materia y porque vos demorás poco en mear.

Así que por más que utilices el secador hasta que tus manos echen humo, cuando vuelvas a la mesa la conversación no solo seguirá vigente, sino que te encontrarás con una imagen que en otros tiempos fue patética, pero que hoy es ley:

Lo que empezó como una disputa menor sobre quién aguanta más arriba de un toro mecánico, Superman o Batman, se convirtió en guerra santa. Entonces cuando regresás, te encontrás con tus dos amigos parados sobre las mesas y a punto de batirse a duelo. Para eso es imprescindible que se quiten las ropas y queden en ropa interior. Los nerds juran que si se enojan lo suficiente, les brotará un superpoder capaz de aniquilar a todos los villanos  y de darle dignidad al slip.

Mientras que los veteranos del bar ven a dos pobres hombres de piernas peludas que difícilmente se estén peleando por una mujer, ellos se sienten la encarnación máxima de la virilidad.

Hace no mucho tiempo, el gallego y los veteranos del bar hubiesen bajado a los bazzinga boys de un sopapo. Pero ahora no se atreven. Vos tampoco. Te gustaría burlarte, pero es imposible: LOS NERDS TIENEN EL PODER

Wonka Nerds

El poderío nerd llega al kiosco

¿Pero cómo explicar este poder? Este poder no nació de una picadura de araña radioactiva, sino que se fue construyendo de a poco. Les llevó años de discriminación social y de reclusión en foros, convenciones y juegos de rol, en los que fueron amasando un saber de notas al pie verdaderamente inconmensurable. Pero el toque definitivo para instalar la Era de La Venganza de Los Nerds vino de la mano Hollywood, cuando, en medio de una sequía de ideas, los productores recurrierion al vasto catálogo del universo de la historieta.

Fueron los estudios cinematográficos, entonces, los que convirtieron a los despreciados nerds en seres superpoderosos y cool en partes iguales. Por eso, muchos han tratado de plegarse al nerdismo. Con total lógica, piensan que volverse nerd debería ser fácil porque,  a fin de cuentas, ¿qué es un nerd?: alguien que sabe lo mismo sobre extras del Señor de los Anillos que lo que sabe cualquier ser humano sobre fútbol. Pero no es tan fácil. Te llevan años de ventaja y cualquier intento que hagas por ser como ellos te hará ver como un novato. Volverse nerd de grande es como empezar a fumar de viejo. Al pedo. 

Un hombre temido

¿Qué hacer  en una sociedad gobernada por La Nueva República de La Guerra de Las Galaxias? ¿Qué hacer cuando ni siquiera sabés quién es Darth Vader? (hecho que no solo te vuelve poco nerd y poco cool, sino que te deja afuera del 90% de los chistes de las sitcoms actuales). Peor aún, no tenés idea de cómo sobrevivir a un ataque de Zombies y, para coronar tu ineptitud, tu vínculo más cercano con las historietas son las revistas de Condorito que hay en la peluquería.

Bien, ya descartamos el camino del conocimiento, por imposible. Entonces pensemos, ¿cuál es la debilidad de estos superhéroes de la vida diaria? ¿cuál es su enemigo? En otra época sus principales enemigos eran dos: por una parte, cualquiera que les pudiera pegar y, por otra, la realidad. Pero hoy son cada vez más y la Comunidad del Anillo les cuida las espaldas.

Sin embargo, quedan esperanzas. La manera de ser cool sin tener idea de quién es Darth Vader ni pasar miles de horas discutiendo sobre dibujantes, guionistas y cualidades superpoderosas,  es optar por el simulacro de nerd: convertirse en un nerd estético.

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La peor pesadilla del verdadero nerd

La gran amenaza para los nerds de pura cepa son aquellos individuos que compran el envoltorio nerd sin saber cuándo es el cumpleaños del Capitán Kirk o el signo de Han Solo. Los falsos nerds contribuyen a que los nerds sean vistos como una moda que desaparecerá en cualquier momento. Así que sumate a la moda que, mientras dure, te hará ver cool y, cuando ya no exista, bueno, ¡habrá otra!

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Cómo ser cool si no creés que Steve Jobs inventó la rueda y al tercer día resucitó entre los muertos no sin antes simplificarle la marca a Dios como iGod

Toda ocasión se vuelve cool si le agregás un producto de Apple. Pensá en un pálido cuidador de cementerios. Imaginalo ahora escuchando “Crypt Style” o “Honey’s dead” en su IPhone, ¿no es irresistible? Pensá en un hombre a punto de morir en la calle aplastado por un piano. ¿Esa muerte tan ridícula no se vuelve irónicamente cool si ese hombre justo estaba tocando el piano en su IPad? Ahora pensá en un hombre que tiene 4 trabajos para sobrevivir. ¿No se vuelve inmediatamente cool si pensamos que trabajos en inglés se dice jobs? ¿Y si el tipo se llamara Esteban? ¡Steve!

Hablamos de Jobs, Steve Jobs, la única entidad más cool que Apple. ¿Pero quién es este hombre? Un hombre de extraordinaria habilidad, ciertamente. Admitamos que no tenía el carisma de un Jorge Hané, el exitosísimo impulsor del Premier Reduce Fat Fast, pero nadie puede negar que Jobs fue un gran vendedor. Y, si vamos al caso, con mucha más fortuna que Jorge.

Steve Jobs, Jorge Hane

Estilo Gurú: Steve Jobs y Jorge Hané

Lamentablemente, ese aspecto esencial de nuestro héroe fue puesto muy por detrás de otras virtudes. En lugar de ponderar sus destrezas en el universo del marketing, las notas necrológicas prefirieron llamarlo genio antediluviano, artista romántico, visionario incomprendido, mago del pinball, genio del fútbol mundial, creador del cielo y de la tierra, el Leonardo da Vinci contemporáneo, Leonardo el de las tortugas ninjas, el hombre que vendió al mundo, el que enciende y el que apaga la luz; en fin, un tipazo.

Gracias a los obituarios, al menos, nos enteramos de que durante miles de años la humanidad vivió sumida en la incertidumbre y comiéndose la cola. Si bien en a lo largo de la historia sucedieron cosas más o menos anecdóticas como el dominio del fuego, la creación del lenguaje, la doble destilación o el descubrimiento de los antibióticos, nada se compara con el día en que Steve Jobs abandonó la universidad para ofrecerle al universo la segunda manzana, un fruto que, esta vez, nos devolvería al paraíso. ¿Y qué hay en el paraíso? Pila de aparatos que vienen con stickers.

apple fans zombies

Denuncie una boca

Si Steve Jobs hubiera nacido en Uruguay habría inventado el SUN con USB. Sin embargo, como máximo representante del american dream, Steve tuvo la fortuna de promocionar otros aparatos que se enchufan. Nombrarlos es innecesario: todos empiezan con «i» y cuestan tanto como superar la muerte del magnate. Son bichitos simpáticos, funcionan bien y se ven lindos. Pero la característica determinante que les imprime un aura de distinción y diferencia, es que fueron bendecidos por Steve Jobs, el santo del cuello tortuga.

Es que la propiedad cool transitiva de Jobs no se ha limitado a los aparatos que vendía. Su enorme poder logró lo que nadie imaginaba: que una prenda totalmente desterrada del podio del buen gusto se volviera venerada: la polera negra. En hazañas como estas se aprecia el real alcance de este hombre frente a otros hombres-marca. Ese es el límite que nunca pudo cruzar el pobre Bill Gates. Mientras que Bill parecía un papanatas con sus lentes y su corte de pelo a la Donald Trump, Steve Jobs hizo del cuello tortuga un pixel más de su logotipo y logró que, una vez muerto, centenares lo homenajearan vistiendo poleras negras.Este efecto se puede comprobar fácilmente. Mientras que a nadie se le ocurriría tatuarse Windows, Nissan o Cololó en el brazo, el tatuaje y el sticker de la manzana están a pedir de boca. 

Geek Resistance

Así de fuerte es su poderío, así de fuerte es la convicción de sus fieles. Por eso, cualquier disidente no tardará en ser prendido fuego por las miles de velas virtuales que se encendieron el día de su muerte. ¿Cómo ser cool en este escenario? ¿Cómo batallar contra un hombre tan cool que impuso la polera o que enfrentó al cáncer tomando jugo Tang?

Es una tarea complicada, pero no imposible. Quizás aún sea demasiado temprano para oponerse frontalmente a la doctrina del gurú internacional Steve Jobs, pero nunca es tarde para emplear las armas de tu enemigo en tu favor. Si no querés convertirte al jobismo, podés tomar la  filosofía  el slogan de Apple, hacerlo tuyo y llevarlo hasta las últimas consecuencias. Podés “pensar diferente” mientras esperás que el orden natural de las cosas pudra al gurú de la manzana. Porque, al igual que las frutas, los gurúes también se ponen feos y terminan por pudrir el cajón. Eso le sucederá a Steve Jobs, tal como le ha pasado a Fukuyama, a Paulo Cohelo y al mismísimo Jorge Hané, el gurú internacional de la pérdida de peso.

____

*En serio, pasó. El evento se llamó «Black Turtleneck Friday»

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Cómo ser cool si seguís fumando

Un fantasma recorre la televisión, el fantasma del tránsito lento. Según las publicidades son miles las mujeres que acusan hinchazón e incapacidad de mover el vientre. Pero como hablar de caca queda feo encontraron un eufemismo digno de un inspector municipal, bautizando “tránsito lento” al viejo y querido estreñimiento. ¿Qué pasaba antes? ¿Las mujeres no padecían este problema?  Para contestar con total propiedad debe mirarse el fenómeno desde una perspectiva más amplia. El boom de los avisos de bebidas y yogures mágicos ganó lugar a medida que los avisos –y el uso– del laxante natural por excelencia iban desapareciendo. Hablamos del cigarrillo, una herramienta digestiva. Así como cuando matamos un sapo llueven los mosquitos, la merma de consumo de cigarrillos generó un ejército de intestinos obstruidos. El daño al ecosistema ya está hecho.

niños fumando cigarrillos

Antes: los años felices

¿Quién está detrás de todo esto? Una vez más, la evidencia indica que se trata de una conspiración médica. Los mismos doctores que prohíben el cigarrillo protagonizan reclames en los que recomiendan productos integrales y 0%, cuyo consumo te salvará de infinitos males. El consumo de estos viagras para intestinos tiene-que-ser diario. Pero eso no es un vicio, nada que ver, sino un hábito saludable, ¿entendés? Uno de los paladines más destacados del club de las buenas costumbres es eldoctortabarévazquez quien, a base de excelentes consejos de vida, ha convertido a los fumadores en los leprosos del siglo XXI y ha inflado aún más esta burbuja de plástico en la que todo debe ser saludable.

niña tomando yogur con cuchara

Ahora...

La edad de oro en que el doctor se prendía un Marlboro antes de leerte el diagnóstico dio paso al oscurantismo actual, en el que los kioskeros prefieren vender barras de cerales en lugar de cigarrillos. Es más, si le preguntás a alguien “¿tenés fuego?” te mirará como si estuvieses inaugurando una oración o atinará a llamar a los bomberos. A este paso, las generaciones más jóvenes ya ni se acercan al cigarro y tratan a los fumadores de antaño como personas estúpidas que persisten en su hábito por falta de información. Pensar que hasta hace no mucho tiempo la misma pregunta salvaba a miles de morir vírgenes, con diálogos como:

-¿Tenés fuego?
-No, tengo fósforos
-Para vos ¿la caja de 222 fósforos trae 222 o es tan solo una estrategia publicitaria?
-Qué buena pregunta. Tengo una en casa. ¿Vamos y los contamos?
-Y dale.

Así de sencillo. Pero no sólo te ayudaba a verte cool y a iniciar el diálogo, también te daba algo para hacer. Con el cigarrillo era muy sencillo sobrellevar la espera de alguien que estaba llegando tarde y siempre se tenía una excusa para salir del trabajo. Huymphrey Bogart, el tercer hombre más cool de la historia luego de Jesús y Pablo Picasso*, conocía bien todo esto. Bogie medía un metro y portaba una perfecta cara de sorete, pero con la ayuda de su vozarrón, un sombrero alado y el infaltable cigarrillo, se pudo levantar a la mujer más bella de la historia y, a la vez, tener algo que hacer con sus manos mientras filmaba una escena. Pero el actor de El Sueño Eterno ha dejado de ser un referente social, simplemente porque hacía del acto de fumar un arte irresistiblemente cool. Los doctores no lo soportan.

bogart y bacall fumando un cigarrillo en tener y no tener

Tener y no tener fuego

Muchos colegas se han rendido, permitiendo que el desplazamiento del cigarrillo del Olimpo cool acelerara su paso. Es muy triste ver a compañeros de lucha recurriendo a los parches de nicotina o yéndose 7 semanas al Tibet. Otros han buscado alternativas de consenso, como fumar cigarrillos importados para ganar “clase”  pero, en tiempos de nuevos ricos, esta es una alternativa demasiado previsible y muy poco cool. Tampoco sirve la marihuana, porque hoy la fuman hasta las monjas y carece de todo tinte transgresor.

La única solución es pensar ¿qué haría Humphrey Bogart hoy?¿Se tomaría un yogur para matar la ansiedad y sentirse en forma? Claro que no. ¿Te imaginás a Humphrey Bogart tomando yogur? No, la dignidad viene primero, incluso antes que la buena salud. La solución consiste en seguir fumando como un mártir, más que antes, hasta demostrar que el cigarro no mata, fortalece. Para esto, será crucial que te abstengas de morir porque, si se te da por fallecer, les darás la razón a los especuladores del sistema sanitario. Además, seguramente necesites un trabajo extra para poder hacer frente al creciente costo de los cigarrillos.

doctors smoke camel

Panqueque

Pero todo eso lo harás porque estás convencido de que el cigarrillo es símbolo de honestidad. Sí, es una mierda, pero no te engaña como esos yogures fabricados con termitas alimentadas con lactosa. Es más, las cajillas te advierten de una manera bastante gráfica acerca de problemas de estética, salud y reproducción que conlleva el hábito del cigarrillo. En fin, tomemos esta caída en desgracia del cigarrillo como un momento pasajero y confiemos en que, así como la pulsera power balance, todos estos yogures mitológicos que quieren sustituir nuestra ansia natural por el cigarrillo se hagan humo, y queden de pie los viejos valores y los verdaderos héroes de la dinastía cool: Jesús, Bogie y vos.

—-

*Como ya lo explicamos en otro artículo, Jesús lidera el podio de los tipos más cool del planeta, gracias a su gran desempeño a la hora de resucitar y de convertir unas cosas en otras. En segundo lugar está Pablo Picasso, a quien ninguna mina le dijo “imbécil”, según la fuente fidedigna de Jonathan Richman.

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Cómo ser cool con un trabajo de mierda

Todos nos preguntamos ¿cómo hace ese señor pelado y con aliento a napolitana y ensalada rusa para vender tantos colchones? Ese vendedor se da el lujo de descuidar su apariencia porque sabe que su demoledor argumento pesa mucho más: “sobre el colchón que elijas pasarás el próximo tercio de tu vida”. Otro de esos tercios transcurrirá cansándote en una actividad muy popular llamada TRABAJO, para luego poder descansar en ese mismísimo colchón. Pero si sumamos el tiempo de traslado, la “hora libre” del almuerzo y los eternos fines de mes, caemos en la cuenta de que el trabajo consume mucho más que un tercio de nuestra existencia y que, salvo la prostitución, hay pocos que se ejerzan sobre colchones.

ahorcado con la corbata

Se está imponiendo la «corbata metafórica» entre los jóvenes artistas

Por lo general suelen practicarse sobre sillas con rueditas que nos regalan una breve ilusión de movimiento y libertad que pronto es sustituida por la aceptación de la rutina. Al poco tiempo, tu ocupación se trepa a tu nombre y se estaciona al lado, tras la coma, tal como le pasó a Ace Ventura, Detective de Mascotas. Por eso, mucha gente al jubilarse piensa en el suicidio o en cambiarse de nombre. Y así pasan los días y tú, tú trabajando, hasta que un marcalibros del mercado de los artesanos obsequiado por una amiga hippie te recuerda que “tú eres lo que haces con tu tiempo. Eduardo Galeano o similar”.

A simple vista, todo indica que lo que quieres hacer con el tercio disponible es ser un individuo cool. Esa manera tan característica de no combinar tu ropa o la música “aleatoria” que ameniza cada momento del día son claros indicadores de tu voluntad. Por eso merecés un empleo  a la altura de tu impronta, ejerciendo una  actividad en la que seas tan pero tan bueno como para que te paguen por hacerla. El problema es que, en realidad, la mayoría de los trabajos son remunerados porque nadie en su sano juicio los haría gratis. Pero como parte de la comunidad cool no podés permitirte ese defasaje. No puede ser que tu día laboral consista en teclear el mismo botón durante 8 horas, para obtener siempre el mismo resultado, y que solo rompas la rutina dos o tres veces por mes cuando “se cae el sistema”. Entonces, aprovechás para mirar los botones pero sin apretarlos. Una experiencia religiosa.

Cualquiera puede terminar así

Si bien podés encontrarle la vuelta y parecer un genio por recibir plata por eso, difícilmente te veas cool cuando en el imaginario de tu interlocutor vistas un traje barato detrás de un escritorio, rodeado de risas panzonas con los botones de la camisa a punto de ceder y señoras que nunca se cansan de comentar los comportamientos humanos de sus mascotas y que solo esperan el momento de llegar a sus casas para poner “la comedia” y bailar Pimpinela frente al espejo. Tu interlocutor imaginará a una persona cuya vida gira en torno a una máquina de café compartida. Imaginará la expectativa con la que esperas el regalo del amigo invisible de fin de año o la frustración con la que juntas las monedas para el regalo de despedida para aquel compañero que encontró trabajo en un lugar mejor, por menos horas, y más plata; un paraíso al que tú pareces nunca ascender. Te imaginará, en fin, como un espectador de tu propia vida y no como quien elige su propia aventura.

Esas imágenes tan fuertes no se irán de su cabeza, aún cuando estés vestido un paso delante de la vanguardia. Tu interlocutor mirará sus manos tratando de sacar los restos de pintura de su última obra de arte y se irá directo al músico reconocido que acaba de entrar al lugar. Con él sí quedará bien en la foto.

Trabajo oficina lego

Piensan que tu trabajo es cuadradito. Allá ellos

Ante este escenario se abren tres caminos. El primero es permanecer en tu puesto actual. Antes tendrás que admitir que cool no es tu adjetivo, quizás lo sea en otra vida, pero no en esta. Automáticamente empezarás a comprarte atuendos sobrios en variaciones sobre el marrón y lo justificarás con el verso de que lo clásico nunca pasa de moda. Dedicarás tu tiempo libre a buscar chistes en internet para festejar con tus compañeros de oficina y, si tenés suerte,  podrás mantener tu toque personal llevando té con gustos excéntricos para pasar tus tardes.

La segunda opción es pasarte a un trabajo un poquito más cool, en el que por tu nula experiencia en “hacer cosas” te pagarán 5 veces menos. Podés, por ejemplo, ponerte a pintar las casas de tus familiares e incluso de tus ex compañeros de oficina a cambio de algunas monedas y, cuando te preguntan de qué vivís, respondés: “Yo pinto”. No podrás pagar el alquiler, pero anotarás una entrada en tu curriculum cool y obtendrás suficiente voz y voto en la comunidad como para imponer el homeless chic.

La tercera es una opción de síntesis. El camino es continuar en tu puesto actual sin que nadie se entere. No estarás libre de que alguien del ambiente te descubra in fraganti detrás de un viejo escritorio de oficina pública pero, en todo caso, también lo estarás descubriendo a él haciendo trámites y, lo único más triste que trabajar en una oficina, es trabajar haciendo cola en ellas. Así que tranquilo, tu secreto permanecerá a salvo. El siguiente y fundamental paso es anotarte en un cursillo de fotografía, comprarte una cámara grandota y, listo, sos fotógrafo. Tu primera tarea será sacarles fotos a tus compañeros y armar con ellas una muestra irónicamente titulada “Esperando el feriado”.   Entonces, explicás que conseguiste el empleo como “trabajo de campo” para tu “acercamiento gráfico a la cotidianeidad oculta y la compleja monotonía grisácea de los laborables días”. Listo, ser cool y tener un trabajo de mierda se vuelven términos conciliables.

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Cómo ser cool con tu remera de la 10k

¿Qué se puede hacer salvo ver películas? Bueno, también hay muchas series . Pero además de matar el tiempo, el cine es un arte que hace que te preguntes cosas. La mayor parte del tiempo te preguntás por qué acompañaste a tu novia a ver la vigésima comedia Kate Hudson; quién traduce los títulos de las películas; en qué momento se volvió algo normal comer pop; o por qué hay gente que se queda a leer los créditos finales como si realmente pudiera leerlos. El cine cuestiona el aparato de lugares comunes sobre los que estás sentado y es por eso que a mediados del siglo pasado lo consideraron un arte y no solo un mero entretenimiento para generaciones haraganas que ya no querían leer. O sea, está buenísimo el cine.

Sin embargo, puede tener efectos inesperados. El exorcista impuso la moda del vómito verde y El Manosanta está cargado convirtió las batas en artículos fetichistas. Es que hay aspectos laterales de películas que logran convencer a multitudes. Un ejemplo irrefutable es Titanic, que convenció al universo de que Celine Dion era una artista. Pero no todas tuvieron efectos tan inmediatos.

Si te digo Forrest Gump, seguramente pienses en una película que te trata como un idiota, mostrándote a un idiota con voz de idiota que corre a través de la cinematográfica historia de Estados Unidos. Si tuviste la suerte de no verla, tratá de conservarla. Igual, te cuento que Forrest es interpretado por Tom Hanks, un actor que nació para ser tío o, como se ve en esta película, un idiota de fuste. Como era de esperar, tanta idiotez junta tuvo mucho éxito. Sin embargo, una de las claves más profundas fue desentrañada mucho tiempo más tarde. Solamente 10 o 15 años luego de haber sido estrenada, alguna repetición surtió efecto sobre una generación que encontró en Forrest Gump un camino de vida y empezó a seguirlo.

Forrest Gump Corriendo

Forrest Gump y la legión maratonera

Entonces, tal como su nuevo héroe fílmico, todos comenzaron a correr. Pero no solo entendieron tarde a Forrest, sino que eligieron un modelo bastante infeliz porque, así como Forrest, ellos corren por nada y sin llegar a nada. Al igual que en la película, la voz fue corriendo maratones y conquistando adeptos de las dos clases sociales (uncools, obvio, pero cools también). Entonces, el valor de los nikes empezó a mencionarse tras la cotización de la moneda y transpirar dejó de ser algo asqueroso. Por el contrario, empezó a ser visto como el efecto natural del adonis moderno que ingiere 2 litros de agua por día solo para sudarlos en la camiseta. El paroxismo de la idiotez, sin embargo, es ejercido por quienes se abrigan en días veraniegos para transpirar más. Esto equivale a quien toma laxantes en todas las comidas sin necesidad alguna, solo para defecar más seguido. Pero no, para ellos la transpiración es índice de salud y no de contaminación visual. Llegar a casa hecho un caldo es un tick en su lista de actividades diarias.

Adictos

¿Qué hacen nuestras autoridades al respecto? ¿Contener a la manada? ¿Brindarles rehabilitación? Claro que no. El estado ha decidido allanarles el camino y ha alterado el tránsito para permitir que estos picapiedras sin troncomóvil recorran las calles impunes. Los corredores han convertido la ciudad en una gran pista de atletismo, en la que los peatones no somos más que vallas móviles que ellos deben sortear. Ni una zancadilla podés hacerles; pues la toman como un desafío más.

Pero correr es tan solo un problema particular. El verdadero problema es el deporte en general. El ejercicio físico dejó de ser la actividad a la que se abocaban las estrellas de rock cuando llegaban a cierta edad y debían sustituir los viejos vicios por otros. Lamentablemente, hoy ya nadie considera al deporte una droga potente. «El deporte hace bien» repiten todos, claramente dopados por el placebo de esta actividad que les impide juzgar con objetividad. La realidad, en cambio, indica que detrás de cada deportista late un fisicoculturista en potencia. Además, cuánto más cerca se esté del deporte, más cerca estarán los anabólicos, los aceites corporales y las calzas.

Corré por una causa

Peor aún, nadie parece notar que el éxito del deporte está fomentando un modelo social equivocado. Por una lado, las ventajas de la juventud se evaporan, ya que las personas jóvenes malgastan su tiempo generando masa muscular. Por otro, hay cada vez más viejos sin dignidad, que pasan de ser abuelos honrados a ser tíos eternos (cuando no padres primerizos a los 75), provocando una involución social notable. Por lo pronto, prefiero morirme antes que volverme un viejo joven.

Entonces, ¿cómo ser cool si ya te anotaste en la maratón? Si te inscribiste, pero no fuiste, estás a salvo. En primer lugar, que ni se te ocurra mencionar a Forrest Gump en tu currículum. Meté a Corre, Lola, Corre. En segundo lugar, si te pica el bichito de la corrida, que sea por una causa más noble que el onanismo físico, como escaparte de un ladrón o de un policía. Y, por último, si vas a combinar las variables “piernas” y “calles”, que sea para caminar por barrios infrecuentes y notar arquitecturas olvidadas por los especuladores inmobiliarios del presente, y no para plegarte a una masa de piernas transpiradas.

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Cómo ser cool viviendo con tus padres

Si hay una mirada difícil de soportar es la de la comunidad cool. Pero al interior de la comunidad hay una casta que está por encima del resto: los que viven solos. Desde las alturas de sus apartamentos con balcones lo suficientemente amplios como para albergar una huerta orgánica, miran con desprecio a los cool de baja estofa que aún no han logrado cortar el cordón umbilical. A veces, invitan a los no privilegiados a quedarse a dormir, solo para que sientan en carne propia lo que se están perdiendo.

george costanza viviendo con sus padres seinfeld

«Soy George, no tengo trabajo y vivo con mis padres»

Pero la mirada de la realeza cool no es la única que pesa. Pesa mucho más el juicio de los propios gruesos ojos. Ser muy cool en el boliche y volver a casa con miedo de que mamá juzgue la apariencia de tus pupilas puede llegar a ser desesperante o volver paranoico a cualquiera. Pero el problema, en este caso, tiene raíces económicas. Los salarios sumergidos, el alto precio de los alquileres y la pesadilla de la casa propia ponen al cool que no tiene el privilegio de vivir de rentas ante un dilema existencial. ¿Gastar todo mi sueldo en un alquiler, ganando libertad, pero perdiendo la posibilidad de comprar todas esas cosas re cool? ¿O soportar la cadena familiar, sin poder ascender socialmente, pero pudiendo adquirir ese saquito ceñido que tanto me gusta?

Algunos han intentado soluciones ad hoc de dudosa efectividad. Una fuente confidencial de unos 37 años, por ejemplo, ideó una trama para que la comunidad crea que vive solo. ¿Cómo lo hace? Fácil. Impuso una moda: ser homeless. Hace 7 años que explica que vive en la calle porque no se siente atado a las cosas materiales. Define su estilo como homeless chic, pero somos pocos los que sabemos que cada noche se acurruca en la cama como un angelito tras ser arropado por su mamá. ¿Esto es cool? No. Pero ser cool no equivale a cómo se duerme, sino a cómo los demás piensan que duermes.

homeless chic

Candombe de la Aduana Chic

Pero esta solución hace del engaño un afán y de la pelotudez un camino de vida. Una solución más generalizada -pero igualmente insuficiente- es mudarse en grupo. A las pocas semanas afloran los inconvenientes propios de la convivencia entre humanos. Para empezar, es muy difícil encontrar criterios unánimes sobre qué significa el desorden, qué cuadros colgar, qué imanes van en la heladera y –sobre todo– qué música escuchar. Además, al igual que en la casa de Gran Hermano, se va produciendo un desgaste emocional que elimina uno a uno a los participantes de la aventura. Pero la situación es inversamente proporcional a la del reality porque, en este caso, el que gana no se vuelve famoso por quince días ni se lleva unos billetes, sino que tiene que hacerse cargo de la totalidad del alquiler.

Pero, a esta altura del campeonato, es posible intentar una solución que integre en lugar de separar y que, de paso, te permita ahorrar dinero. Para empezar, tenés que hablar con tus padres en pie de igualdad. Ese será tan solo el comienzo de una deliberada tarea fina que te llevará a la solución final: tomar el control de la casa paterna. En primer lugar, tenés que detectar los aspectos cool que se hallan dormidos en tus padres e intentar que estos vayan ganando terreno. Es posible que tus padres tengan criterios demodé pero no del todo errados. Seguramente piensen que el rock progresivo de Emerson Lake and Palmer es lo mejor que le pasó a la música, pero esos casos son más sencillos que aquellos que piensan que Palito Ortega y Valeria Lynch son ejemplos de integridad artística.

la familia unida

Merienda compartida con Papá y Mamá

Con el paso del tiempo irás convirtiéndolos y logrando, así, que la estética de tu habitación vaya contagiando al resto de la casa. Además, fomentarás la relación padre-hijo y les permitirás sentirse jóvenes, algo que está muy de moda. De a poco los invitás a salir contigo y los integrás a tus círculos de amigos. Empezás a subir álbumes de fotos con ellos, con títulos crípticos y elusivos, con un código compartido que solo vos y tu viejo pueden entender, como “papá y yo drogándonos en un taxi”. Entonces, se van sintiendo parte y recuperan al hijo que les caía tan bien hasta que aprendiera a hablar. La vida se hace más fácil y ser cool viviendo con tus padres ya no es una contradicción.

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Cómo ser cool estando enamorado

¡Ah! El amor, el amor, Ohlalá! Esa palabra que identificamos con corazones rojos y que nos convierte en francotiradores de clichés. ¡Ah! Los clichés, los clichés! Qué bien que se sienten cuando se sienten. De repente la vida es un carrusel, le sonreímos al guarda, los payasos dejan de parecernos satánicos y empezamos los trámites para adoptar un cisne como mascota. Nuestra atmósfera se vuelve más liviana mientras flotamos en un aire de mariposas con tatuajes en henna de hello kitty. ¡Ah! Hello kitty, hello kitt#¢@sd%SUFICIENTE!

Este fue un claro ejemplo de escritura enamorada . ¿Qué significa estar enamorado? Significa vivir en permanente estado de vaso medio lleno, aún cuando el vaso esté casi vacío o se trate de un vaso descartable de cumpleaños infantil, con coca cola caliente sin rastros de efervescencia y con un chizito flotando en el medio. Es decir que el amor disminuye nuestra  capacidad crítica, que en el ámbito cool es tan importante como ser pasional en el ámbito futbolístico.

daria morgendorffer mtv 90's

Hasta Daria se enamoró

Es por eso que el individuo cool enamorado deja de ser selectivo, abandona a Kiarostami y le da lo mismo tener enfrente a Ashton Kutcher que a Finzi Pasca. Ya no se preocupa tanto por su look, puesto que la ropa se la regala su pareja y se la pone con una sonrisa aunque un mes atrás le pareciera detestable, porque el gesto de su media naranja puede más. Sus amigos lo miran desconcertados. ¿Cómo pasó de la remera con la letra de Creep, y de llorar las muertes de Elliott Smith y Jeff Buckley a convertirse en un osito cariñoso? ¿Cómo es que el amor lo volvió tan pero tan poco cool? Bueno, básicamente, porque el amor ideal NO es cool. ¿Cuántos libros, películas y discos auténticamente cool tratan de la pareja perfecta con pecas con forma de pétalos de rosas? ¿Cuántos tratan de lo otro? La relación es de 9 a 1. Por cada canción esperanzada hay nueve que hablan de decepciones, desengaños,  armas de doble filo, y seres que se sienten una mierda que no pertenece a ningún wáter.

Leonard Nimoy wife

«Esa prenda anaranjada fue un regalo de mi mujer… ¿En qué estaba pensando?» Leonard Nimoy

¿Pero cómo se explica este desbalance tan marcado? Es tan solo un tema de tiempos. Al estar contento y rozagante, las horas se te van en hacer cosas sin preguntarte por qué. La vida es un picnic. Pero mientras que la felicidad y el amor llevan a la acción desinhibida y sin culpas, la tristeza fomenta el análisis interminable de cada partícula del universo. Se cuenta con más tiempo, pero con un tiempo que pesa y que no pasa, un tiempo más que propicio para convertir la frustración en canciones, graffittis, monólogos, conversaciones eternas con otras almas que están en la misma o la creación de un amigo invisible; en fin, se cuenta con un tiempo para “hacer cosas”. Entonces, una persona sola, y mucho más, una persona que  fue abandonada, traicionada y apuñalada, tendrá un vendaval de razones para canalizar todo eso bajo vinos y versos interminables, que darán lugar a una obra imprescindible, si es posible con una relación calidad/popularidad única. Eso a la gente contenta no le pasa tanto.

being in love

Two of us

Un ejemplo evidente es el caso de Alanis Morissette, a quien ser abandonada la alentó a escribir canciones furiosas que congregaron a millones de seducidas y abandonadas que la seguían como la nueva voz generacional, mientras coreaban “¿pensás en mi mientras te la garchás a ella?”. La angustia se convirtió en un éxito de público y de crítica. ¿Pero qué pasó después? Bueno, agarró unos cuantos mangos, se fue a la India, se reconcilió con el centro del universo y volvió cantando “Thank you”, una canción que le agradecía a todas las cosas por ser cosas. Las hordas de mujeres al borde de un ataque de nervios la trataron de traicionera porque ellas no habían ganado plata, seguían solas, no tenían pensado viajar a India, y no querían darle las gracias a nadie.  Pero a Alanis ya no le importaba nada: ella era feliz. Sin embargo, cometió el grave pecado de grabar discos bajo ese estado incierto y, desde entonces, estos no han sido más que puñados de canciones intrascendentes.

Moraleja: si querés mantenerte cool, aprovechá los momentos de enamoramiento pero, hagas lo que hagas, no grabes un disco, ni escribas un libro y que ni se te ocurra empezar una escultura monumental en forma de corazón. Intentá ser lo más feliz que puedas, así la caída en desgracia es mucho mayor y tenés más cosas con las que estar enojado. Entonces, cuando te sientas despreciado y despreciable, regresá a las canchas, grabá un disco, decí que su contenido es “catártico” y “confesional” y volvé a ser el cool que siempre has sido.

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Cómo ser cool con amigos hippies sin caer en lo hippie chic

Aunque parezcan elementos contrapuestos los hippies son, en esencia, grandes contadores. Un contador es una persona que dedica su tiempo a recortar aquí y allá. Tú te preguntarás ¿y qué tiene que ver un hippie con recortar? Obviamente que en lo que a vello respecta, muy poco. Pero lo que el contador recorta son gastos del presupuesto. Y en eso nuestro amigo, el hippie local, es diestro y siniestro.

Aclaremos que el “hippie local” ha tomado caminos y ribetes propios lejanos a California Dreaming. Eso lo sabés bien porque estás rodeado. Tus amigos se metieron en carreras como Educación Social, Antropología o Psicología –verdaderas máquinas de picar hippies- y no se salvaron. Ahora usan arpillera en lugar de algodón y piola cisal en vez de hilo dental. Pero vos los conocés. Y sabés que su definición va más allá de su conducta económica.

«Dreadlocks» dicen los caretas

El hippie local es alguien que cree que el batik no ha muerto, que porta una riñonera en tela boliviana o con los colores del Reggae y que privilegia lo artesanal por sobre todas las cosas. Lo artesanal va más allá de pulseras, pantalones, materas y juguetes de madera para sus sobrinos: artesanal también es su barba y también su manera de fumar. Un hippie siempre está trabajando en la construcción de “un  tabaco”, porque “es mucho más sano que los cigarrillos comerciales” (sic). Por eso mismo, una manera de reconocer a un hippie es detenerse en sus dedos amarillos. Una hembra hippie siempre portará pañuelos, bandanas, calzas negras, violetas o verdes (o los tres colores juntos), y pasará su tiempo libre haciendo acrobacias en telas o terapias en las que «pones el cuerpo» y «abrís el encuadre», lo que se podría resumir en «vas a tocarte«.

Una vida artesanal

La organización social en comunidades y cooperativas es la utopía que les permite caminar. En esos lugares todo el mundo es “yenchi” y de noche todos sueñan con abrazar árboles en el jardín botánico. Espiritualmente, suelen tener un sistema politeísta: el dios momo y el dios macramé y, a la hora de estudiar, se vuelcan por carreras didácticas así como cualquier ciencia humana. Por eso, sus lugares de trabajo suelen ser instituciones educativas o el Ministerio de Desarrollo Social. En verano se transforman en guardavidas o artesanos de Santa Teresa.

He ahí la diferencia. El hippie local ya no veranea en Cabo Polonio*. Ahí te encontrarás con su temida contracara: el hippie chic. Porque así como el punk no pudo evitar a Blink 182, el hippie arpillero no pudo detener el avance de su contracara cheta. Volviendo al enfoque económico, el hippie chic no recorta gastos, sino que los multiplica. Es cultor de lo artesanal envasado y dice que su estilo es “folk sofisticado”.

Una muchacha sumamente hippie chic

Vos –rodeado de amigos cada vez más hippies- pensás que tomar el camino de lo hippie chic es un punto medio y un gesto de acercamiento hacia tus amigos hippies. No te confundas, porque en muchas cosas son iguales; lo que cambia es el envase. Mientras que los hippies silvestres hacen sus regalos en el mercado de los artesanos, los chic los hacen en la compañía del oriente. Si nuestras amigas hippies de la vieja escuela van a expresión corporal, las hippie chic ensayan danza contemporánea. Y mientras que los hippies de la barra callejera -que sienten el dub bien de bien- se sientan a fumar porro paraguayo en la vereda, los hippies chic fuman marihuana importada de Holanda.

Pero hay algo que los une: todos compran los sahumerios en los mismos lugares. Por eso, no caigas en la tentación. Por más amigos o familiares que tengas, no transes, ni mucho menos pienses que su variante cool es lo hippie chic. No te confundas. Es cierto que a cualquier cosa le agregás chic y funciona. Pero no a hippie. Y mucho menos a Parisien.

___

*Hernán hoy veranea en Santa Teresa. Por más información sobre este personaje anti-burgueses haga click aquí.

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Cómo continuar siendo cool más allá del inclemente paso de los años

Cool significa siempre vigente. Pero mantener la vigencia es un arte que solo dominan aquellos con el termómetro siempre calibrado y no quienes lo rompen para ponerse a jugar con el mercurio. Pero el tiempo consume hasta las cosas más pequeñas. Hoy a nadie se le ocurre jugar con un termómetro, porque ahora son digitales, plásticos y tienen una alarma que avisa cuando hay que sacarlo. Como se ve, mantenerse vigente no es tarea fácil, porque aún teniendo el termómetro en pleno funcionamiento puede aparecer otro que eclipse al propio.

Is this the story of Johnny Rotten?

Por eso, no hay nada más triste que ver a alguien anteriormente cool intentando repetir los tics, los gestos, los atuendos y hasta las marcas de marcadores permanentes que lo convirtieron en un faro para su momento. La música que hoy escucha es siempre la misma; los directores que amaba, ahora son tan solo una copia de sí mismos cuando eran jóvenes; las expresiones que emplea lo ponen en evidencia. Usa frases como «lo que es moda no incomoda». Cuando se le escapan oraciones como «los jóvenes de hoy» o «cuando yo tenía tu edad» enseguida cambia de tema. Cuando la computadora se enlentece dice «la torre está pensando». Realiza búsquedas en Altavista con su Internet Explorer. Reenvía cadenas de mail por adinet. No se anima a tirar el fax «por las dudas que tenga que mandar uno». No va a toques sino a espectáculos y cuando arma un compilado dice «me mandé una ensalada».

Ese cool de antaño quedó anclado en su edad de oro y ya no se renueva; no es más que una caricatura. Si sale de noche apenas logra disimular su incomodidad. Cuando está parado no sabe qué hacer con sus brazos; cuando está sentado piensa en estar parado. Los nenes más jóvenes no lo respetan, ni siquiera saben quién es, ni tampoco que hubo un tiempo en que fue hermoso. Porque estamos de acuerdo en que es feo pasar por la vida sin haber sido cool. Pero de esa manera, al menos, se evita la caída en desgracia y la vergüenza de haber sido cool y el dolor de ya no ser.

La lluvia cae para todos igual

La única solución efectiva es tener una muerte heroica como James Dean. Pero para héroes están los comics y mausoleos. Así que un cool de fuste que quiera sobrevivir y descarte la muerte accidental o el suicidio, debe pararse firme frente al tiempo, pero  debe pararse firme sobre todo ante los pendejos que tratan de quedarse con su trono tapizado con Roy Lichtenstein. Hacerles frente, pero no aplastarlos. El camino consiste en no desestimar totalmente ninguna tendencia novedosa y fresca. Si lo hacemos, corremos el riesgo de que esa tendencia triunfe y quedar como unos jueces inoperantes de la tendencia pionera. Tampoco abrazarla de primera, porque puede fracasar. Mantengamos cierto aire de indiferencia, de superación y subámonos al carro de la nueva tendencia cuando esté a punto de consolidarse, y encarguémonos de quedar como responsables de esa consagración, como el que le imprimió el ISO 9001. Los largos años en el universo cool nos dan chapa para esto.  A su vez, esto estirará nuestro crédito por un tiempo en el ambiente. Ese tiempo debe ser bien administrado. Tenemos que seleccionar nuestras apariciones públicas. Medirlas. Ser calculadamente cool. Meditarlas. Solo sobrevivirá el más apto.

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Cómo ser cool sin convertir el agua en vino

John Lennon dijo que los Beatles eran más grandes que Jesús. Eso quizás fuera cierto en 1966, pero, ¿sabés qué le pasó a John Lennon? Se murió. ¿Y a qué no sabés lo que hizo Jesús? Resucitó. Un capo.

Un tipo así deja poco margen a la competencia. Jesús fue sin dudas el tipo más cool que haya existido jamás y la barba que usa en las películas no le queda para nada mal. Pero pasaron dos mil años y un montón de cosas en el medio (la caída del Imperio Romano, la Revolución Francesa, el cuarto puesto de Uruguay en Sudáfrica) y es injusto compararse con el hombre que no solo redefinió el mundo tal como lo conocemos, sino que también inventó el surf*.

Ni siquiera sería justo compararse con John Lennon; muerto al fin, pero mortalmente cool. No habrá resucitado, pero su muerte –mirada a la distancia y sin que medie el dolor-  estuvo a la altura de su estrella.

John Turturro Big Lebowski

Jesús Quintana

Pero no nos desviemos de este camino (o via crucis). Lo que hizo cool a Jesús y John fue el poder de convertir unas cosas en otras.  Jesús transformó el agua en vino, el vino en sangre, muertos en vivos, y unos pocos panes y peces en comida para multitudes. John transformó la música de Buddy Holly en un éxito mundial.

Esas son apuestas difíciles. Pero, si se piensa bien, convertir el agua en vino en los tiempos que corren difícilmente te convierta en alguien cool. Lo lamento Jesús, pero hoy en día ese talento te llevará –con mucha suerte- al sillón de Susana Giménez. Demodé. Pero para cada época hay conversiones que están al alcance de la mano y que, de paso,  te convertirán en una ficha con un alto porcentaje de coolness en sangre. Y con eso se puede conducir sin que te multen. Estas son algunas de las cosas que podés convertir:

Un placer culposo en un feticheEsta solución es sumamente útil cuando algún amigo toquetón encuentra tu disco de Thalía en el fondo de un cajón. «Thalía me puede, pero mirá que es un fetiche».
Una opinión filo-fascista en una opinión políticamente incorrecta. De gran utilidad cuando se te escapa el facho que llevas dentro, que quizás se pueda arreglar así “No me llames facho, solamente tengo una opinión incómoda para tu sistema de creencias acrítico y conformista”.
Una palabra que se te pegó en un latiguillo con onda. “Adoré esas botas”.
Un defecto en una virtud. “Mi mayor virtud es no saber atarme los cordones. Esta virtud la aprendí, más bien no la aprendí (risas) cuando tenía 5 años. Tampoco la aprendí a los 6, ni a los 7, ni a los 8. Es como un fetiche que tengo. Por suerte descubrí el velcro, que es otro de mis fetiches”.

Con estos consejos podés hacer tus primeras armas en el arte de la conversión. Lo bueno es que ninguno requiere de demasiado esfuerzo por lo que serás, además, efortlessly cool De nada.

___

*«¿Qué era ‘caminar sobre las aguas’ sino la expresión con la que la Biblia se refería al surf?» Escribe Thomas Pynchon en Vicio propio.

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Cómo mantenerse cool cuando tu hijo toma decisiones poco cool

Típico de gente cool: tener hijos. Cuando alguien cool tiene un hijo es diferente a alguien no cool. La gente cool tiene hijos con la misma dedicación con la que elige el diseño interior de su apartamento. Entonces, esa secuencia de actos tan natural para la mayor parte de los mortales, que consiste en tener sexo, hacerse el eva test, esperar a la cigüeña y matar el tiempo hasta que crezcan lo suficiente como para poder disfrutar de los nietitos, en las parejas cool es totalmente diferente.

En primer lugar, ellos no están pensando en los nietitos. Ni siquiera en su primer día de clase en el jardín. Para ellos cada día es una aventura. Son padres exageradamente activos que desean exprimir cada etapa y esperan que su primera palabra no sea “mamá” ni “papá”, sino cualquier otra. Por ejemplo, que debuten verbalmente con una palabra como “vinilo”, “ámbar” o “Adrián”. Obviamente, que eso solo se cumple en caso de que no haya ningún Adrián en la vuelta. Entonces es cool porque es arbitrario. Un viaje.

Kid costume David bowie Aladin Sane

A lad insane

Pero los nenes crecen. Eso es algo que los papis cool aprenden a golpes y porrazos porque, de repente, esas criaturas indefensas empiezan a tomar decisiones y, como es sabido, ser cool consiste en tomar una decisión cool atrás de otra. Pero esos pequeños demonios no disimulan su libertad y caen en los peores de los clichés. Por ejemplo, un buen día se ponen a coleccionar el álbum más choto, a pedir que lo lleven a ver la película más chota o a querer vestirse como una chota.

¿Qué hacer? Es difícil. Es un momento clave. Muchos dejaron de ser cool en esta instancia. No se los extraña. Otros intentan encarrilar con mayor o menor sutileza a ese pequeño de seis años que prefiere escuchar reggaetón en el Palacio Peñarol en lugar de pedir entradas para ver a Belle and Sebastian en Buenos Aires. La respuesta de los papis suele ser implacable. En primer lugar, empiezan a rodear a sus nenes de libros de tapa dura (pero de vértices curvos) y de juguetes didácticos que potencian su desarrollo cognitivo. En segundo lugar comienzan una campaña propagandística disimulada. Los hacen dormir con una balada de Bowie, les cambian a Mickey por Totoro y a Harry Potter por Willy Wonka.

Es una estrategia plenamente avalada por el establishment cool. Lo mejor de todo, sin embargo, es rodearse de pares en la misma situación. Si tus amigos aún no tienen hijos, OLVIDALOS. Hacé reuniones con los papis de los compañeritos del jardín. Estás en otra etapa. Acordáte de que ser cool consiste en ser lo más adecuadamente cool según la circunstancia. De lo contrario, nadie podría ser cool en un lugar como Uruguay.

Pasá por acá por más consejos sobre cómo ser cool. Me caés bien.

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